Consolando a Cristina
por Fernando Laborda
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Este viejo dicho parece tener plena vigencia para el kirchnerismo tras la abultada derrota sufrida en los comicios porteños.
Una euforia artificial, que ni a ellos mismos convencía, rodeó a los dirigentes del Frente para la Victoria, una vez conocido el veredicto de las urnas. Costaba creer lo que Daniel Filmus y Carlos Tomada afirmaban mientras las pantallas de televisión daban cruda cuenta de los casi 20 puntos de diferencia que los separaban de la fórmula encabezada por Mauricio Macri y de los exiguos 2,9 puntos que alejaban al jefe de gobierno porteño del número necesario para imponerse en forma directa en la primera vuelta.
El ballottage ha perdido prácticamente sentido. No hay antecedentes en el mundo de un candidato que, habiendo perdido por esta diferencia, y ante semejante guarismo para el ganador, pueda dar vuelta el resultado en la segunda instancia electoral.
Le bastaría a Macri con obtener el favor de apenas uno de cada cinco votantes de las terceras fuerzas para alcanzar el triunfo en la segunda vuelta. Incluso, si no sumase ningún voto a los obtenidos ayer, ganaría igual si un pequeño porcentaje de quienes no apoyaron a él ni a Filmus no concurriese a sufragar o lo hiciese en blanco en el ballottage.
La probabilidad del Frente de la Victoria de dar vuelta el resultado el 31 de julio es equivalente a la de un equipo de fútbol que va perdiendo cuatro a cero de revertir la derrota en tiempo de descuento.
Como expertos en la construcción del relato que son, los dirigentes del Frente para la Victoria encontraron algunas fórmulas para consolar a la presidenta Cristina Kirchner, artífice del binomio Filmus-Tomada y de la lista de legisladores porteños.
Desde muy temprano, voceros del oficialismo insistieron en que la agrupación kirchnerista hizo la mejor elección de su historia en el distrito porteño: en rigor, apenas obtuvo cuatro puntos más que en los comicios de jefe de gobierno realizados cuatro años atrás. Pasó del 23,7 al 27,8 por ciento.
Más original fue el ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou. Con especial picardía, se preguntó "¿cuántos votos obtuvieron los candidatos de Ricardo Alfonsín, de Eduardo Duhalde, de Elisa Carrió y de Hermes Binner?", esto es, los rivales directos de Cristina Kirchner de cara a las elecciones presidenciales. Macri, el ganador de ayer, no tiene aún un candidato para la Casa Rosada.
Por lo visto hasta anoche, cuando Filmus hizo un discurso como si hubiera ganado, los números de las urnas no han persuadido al kirchnerismo de la conveniencia de desertar de un ballottage que luce inviable. El sentido común indica que la presidenta de la Nación tiene mucho más para perder que para ganar en esa eventual segunda vuelta. Una nueva derrota el 31 de julio se sumaría a la de ayer y a los previsibles traspiés en las elecciones de gobernador en Santa Fe (24 de julio) y Córdoba (7 de agosto). ¿Por qué arriesgarse a sufrir cuatro derrotas en el término de un mes cuando éstas podrían limitarse a tres? ¿Por qué arriesgarse a perder dos veces con Macri en lugar de una sola?
¿Acaso imaginará el kirchnerismo que en las tres semanas que quedan hasta el ballottage podrá surgirle al jefe de gobierno porteño "un Cromagnon" como el que sepultó la administración de Aníbal Ibarra?
¿O tal vez se resista el oficialismo a admitir una compleja realidad según la cual el distrito cuyos habitantes ostentan el mayor nivel de consumo no votan a favor del gobierno nacional y se niegan a convalidar un mensaje extorsivo que, desde la Casa Rosada, les sugiere que con Filmus tendrán todo el apoyo de la Nación y con Macri no tendrán nada?
No faltarán quienes se pregunten cuánto ganaría o al menos evitaría perder Cristina Kirchner si en las próximas horas felicitase a Macri por su buena elección y aconsejase a Filmus que se olvide de una segunda vuelta electoral innecesaria, para ahorrarles tiempo y dinero a los porteños.
A partir de hoy la Presidenta tendrá una nueva oportunidad para exhibir sus virtudes o sus defectos como estratega. También para hacer algo a lo que ya está acostumbrada: marcarle la cancha a Filmus.
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