El martes pasado, a las 15, despegó el avión presidencial T-01 con destino al aeropuerto de Barajas, España, sin pasaje oficial a bordo. La Presidencia pierde la aeronave insignia en plena campaña electoral, el aparato será sometido a un largo período de reparación tras detectarse una avería que generó sospechas. En una revisión de rutina, al levantar la tapa de registro que permite inspeccionar los motores, se observó un agujero de dos centímetros de diámetro en la cámara de combustión de una de las turbinas Rolls Royce.
Nadie quiere admitirlo en voz alta hasta no conocer el veredicto de los técnicos españoles de Iberia, pero sobrevuela la idea de que la falla pudo ser intencional.
El orificio tiene la apariencia de haber sido realizado por un objeto punzante; lo llamativo es que la chapa externa de la carcasa que recubre el motor está intacta.
Éstas fueron las primeras novedades que recibió el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, máximo responsable del traslado de la mandataria y su familia. De él depende el movimiento de los aviones y helicópteros de la flota oficial.
El área de seguridad presidencial (Casa Militar), a cargo del teniente coronel Agustín Rodríguez, junto con Lade, proveedor del catering a los aviones, estaban bajo la lupa porque a mediados de abril se descubrieron lácteos vencidos que iban a ser consumidos en un vuelo que trasladaba a la mandataria desde El Calafate. Ahora retornaron las dudas pues el lugar de estacionamiento del T-01 es la plataforma militar del Aeroparque Jorge Newbery. Allí permanece a la intemperie, no hay hangares para las dimensiones del fuselaje y la envergadura de la aeronave.
«Alguien o algo, un objeto suelto, podría haber golpeado la cámara de combustión; sin retirar esa tapa de registro la falla era indetectable. Recién se habría manifestado en el proceso de encendido o quizá en vuelo, con consecuencias graves para el motor», dijo a este diario un piloto comercial familiarizado con ese tipo de avión.
Parrilli contrató a un grupo de ingenieros y técnicos de Rolls Royce para investigar y reparar el extraño desperfecto, quienes aconsejaron llevar la máquina al centro de mantenimiento de Iberia en Barajas, España. La última revisión técnica de detalle se hizo en noviembre de 2010. El T-01 estuvo dos meses en los talleres españoles y se bajaron los dos motores.
Rolls Royce ya había encarado en 2004 el arreglo de una de las turbinas -costó 5.484.706 dólares-, luego de que se prendió fuego en pleno vuelo con el extinto presidente Néstor Kirchner y varios ministros a bordo y tuvo que efectuar un aterrizaje de emergencia en la base aérea de El Palomar.
El Tango 01 es un Boeing 757 23A que fue utilizado por primera vez por Carlos Menem como avión oficial en febrero de 1993.
La flota presidencial cuenta, además, con el T-10, un Lear Jet que era el utilizado por los jefes de la Fuerza Aérea, con capacidad para 10 personas y cabina muy reducida para los gustos de la mandataria e incómodo en traslados extensos; dos Fokker F-28, matrículas T-02 y T-03, que se emplean para viajes de cabotaje, ambos fuera de servicio.
El T-02 tuvo un corte en una de las alas durante su estacionamiento en la base aérea El Palomar -cuando se cerró por reparaciones el Aeroparque Jorge Newbery-, percance que fue denunciado en la Justicia como presunto sabotaje. El 03 tiene problemas en el piloto automático; rara vez se usa aunque tiene configuración vip, porque fue adquirido por el general Roberto M. Levingston y en él volaron todos los miembros de las juntas militares.
Sin aviones oficiales en servicio, la Presidente recurrió a la logística de los taxis aéreos; por contratación directa se alquiló un Challenger 601 (el mismo modelo del jet de los Juliá detenido en Barcelona), a un costo que supera los 40 mil dólares por vuelo. El lujoso avión ejecutivo, matrícula LV-BPV, es propiedad de International General Services, (IGS), empresa perteneciente al Grupo Exxel, creado por Juan Navarro. |
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