Las elecciones primarias de agosto funcionaron como una descarnada selección natural, un curioso y auténtico darwinismo político. El predominio abrumador que estableció Cristina sobre toda la oposición fue el dato saliente, que además despejó cualquier incógnita de cara a la votación presidencial de octubre. Pero aún en la derrota, algunos opositores quedaron todavía peor que otros . Son los que parecen haber agotado su batería argumental, su apelación a la sociedad, y marchan casi como autómatas hacia octubre, apenas para cumplir un trámite ingrato e incómodo.
Por razones de respeto y hasta de buen gusto, y porque seguramente muchos de ellos deben ser bellísimas personas, pasaremos por alto sus nombres aunque todos sabemos de quiénes se trata. La idea es centrarse aquí en los que aún intentan pelear por algo en octubre, los que tratan de ponerle sentido y sustancia propia a la campaña de cuatro semanas que media hasta la elección decisiva.
Con el resultado puesto se verá si alcanzan ese propósito o si quedan diluidos en la misma masa amorfa de los que reunieron el apoyo del casi 50% que no votó a Cristina, pero no lograron establecer jerarquías entre sí.
Uno de los que van por más de lo que consiguió en agosto es Hermes Binner. Los primeros sondeos están mostrando al gobernador de Santa Fe segundo, muy lejos de Cristina por cierto, pero con mejor desempeño que los de Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde en las primarias.
No necesita hacer mucho el moderado candidato socialista para lograrlo. Se presenta como algo de lo poco novedoso que ofrece el panorama opositor y ocupa un lugar que los demás están cediendo por desorientación o inacción.
Binner trata de no asustar demasiado a nadie: oscila entre gestos de buena voluntad y alguna suave fricción con el Gobierno, y consigue hasta aquí mantener en discreto segundo plano a sus aliados de izquierda.
Alberto Rodríguez Saá, siempre pintoresco y directo, con una propuesta de enunciación sencilla, su identidad peronista y el respaldo de una larga gestión en San Luis, es otro que apunta a escalar respecto de las primarias.
Su objetivo es sobrepasar la línea de Duhalde en octubre. En agosto hizo 4% menos: cualquier mínimo reacomodamiento del voto peronista disidente lo puede favorecer. Se quedó sin la candidatura de su hermano Adolfo en la Provincia, inhabilitado por la Justicia. Pero espera compensar esa pérdida con el acuerdo que en pocos días más va a formalizar con Francisco De Narváez. Allí viene uncompromiso de apoyo mutuo , uno para presidente, el otro para gobernador. En octubre se comprobará qué efecto práctico tiene ese realineamiento.
Vale la pena observar, el movimiento de De Narváez. Disuelta en los hechos su improductiva alianza con Alfonsín, el vencedor de Kirchner en 2009 intenta ahora un brusco cambio de rumbo que le permita mantenerse competitivo en la política que viene . Eso se mide en números: necesita, cuando menos, orillar el 25% de los votos en octubre. En agosto, Daniel Scioli le ganó por paliza: 50% a 18%.
En términos de armado político, De Narváez se recuesta ahora sobre eventuales, quizás improbables, acuerdos con fragmentos peronistas y con intendentes radicales que quieren salvar su propio pellejo. Pero su apelación principal será a lascapas medias independientes que ya votaron contra Cristina pero repartieron su apoyo entre distintas candidaturas opositoras.
Ese trabajo fundamental de su campaña quedó en manos del publicitario estrella Ramiro Agulla, a quien De Narváez convenció de volver a trabajar con él después de la exitosa experiencia de hace dos años. Con este nuevo planteo estratégico podrá darle un susto a Daniel Scioli o quedar casi tan lejos como en las primarias. Lo único seguro es que su campaña va a llamar la atención .
De Narváez va a presionar a fondo sobre el tema de la inseguridad. Esta semana yajugó sobre el límite : dijo que si él fuese gobernador, el horrible crimen de Candela no hubiese sucedido. Es una cornisa peligrosa. Pero la propaganda de campaña promete más carga dramática: la inseguridad es la preocupación mayor de los bonaerenses.
Además, habrá un fuerte costado no político, o no político tradicional, según el diseño de Agulla y su equipo. La identificación de De Narváez con el color rojo y Scioli con su ya tradicional naranja será traducido en afiches y hasta en juegos aparentemente inofensivos que van a inundar Internet en una campaña viral . Se buscará mostrar a Scioli como alguien que no puede hacer más de lo que ya hizo por la Provincia. Y hasta se jugará, en un estudiado equívoco que nunca se hará explícito , con la idea de que una provincia mejor gobernada será incluso más conveniente para Cristina.
Otras expresiones peronistas, incluso varias de las que bajaron bruscamente su perfil en varias provincias esperando que amaine un poco el huracán cristinista, le juegan una ficha silenciosa a De Narváez. Lo hacen con la idea de que sin contrapeso en la provincia de Buenos Aires no habrá equilibrio posible a futuro, ni en la política nacional ni en el peronismo.
Decididamente en la izquierda, Jorge Altamira también tiene algo por qué dar combate en octubre. Del “milagro”, como él mismo llamó al medio millón de votos en las primarias que le permitieron clasificar como candidato presidencial, espera ahoracoronar un par de diputados nacionales que le den carnadura institucional al Frente de Izquierda.
Es un objetivo modesto, pero para alcanzarlo necesitan mejorar en 50% su desempeño de agosto en Capital y Provincia. Muy difícil, pero no imposible. Para ir ilusionándose, el jefe del Partido Obrero y su aliado, el candidato a vice Christian Castillo, del PTS, festejaron esta semana la victoria de la izquierda en nueve de los trece centros de estudiantes de la Universidad de Buenos Aires.
Por su lado, los radicales sienten que les queda poco que esperar. Después de ladecepción profunda que les dejó el 12% de Alfonsín en las primarias, muchos bajaron los brazos. El triunfo de Ramón Mestre en la intendencia de Córdoba les arrimó la última alegría. Antes, Víctor Fayad había retenido la jefatura municipal en Mendoza. En esa provincia está la mayor apuesta radical para octubre: Roberto Iglesias va por la gobernación de Mendoza con razonable posibilidad de éxito . Propios y ajenos coinciden en que sólo el arrastre de Cristina podría permitirle al candidato peronista retener el gobierno mendocino.
Los radicales también guardan alguna expectativa en La Pampa, con la candidatura del senador Juan Carlos Marino, y en Entre Ríos, con el diputado Atilio Benedettti. Esa esperanza se apoya en la división del voto peronista en esas provincias. Es una perspectiva mezquina para un partido que supo disputar el poder. Pero eso parece haber pasado hace siglos. Y no es fácil encontrar un radical optimista en estos tiempos que corren.
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