Los cambios requieren siempre de explicaciones
Mientras en la oposición abundan diagnósticos sin propuestas serias, el oficialismo no muestra las cartas al anunciar reformas poselectorales
DOMINGO 23 DE JULIO DE 2017
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A medida que se acercan las PASO del 13 de agosto y, por ende, las elecciones legislativas del 22 de octubre, las campañas se asemejan a recipientes semivacíos: mucho envase y escaso contenido. Poco que ver -vale recordarlo- con la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, aunque el resultado influya en el rumbo político y económico del país por lo menos hasta 2019.
En la oposición, la abundancia de diagnósticos con distintos grados de dramatismo ("La plata no alcanza"; "Así no se puede seguir"), contrasta con la escasez de propuestas serias y factibles para modificarlos. Esta subestimación del electorado convive con spots televisivos francamente bizarros ("¡Qué miseria! ¿Viste cómo cambiamos?"; "Garrote, garrote") y pretendidos anzuelos de la izquierda ("$ 25.000 de sueldo mínimo y 6 horas de trabajo"), incapaces en cada caso de pescar votos fuera del núcleo propio.
En el oficialismo, el planteo político entre volver al pasado o apostar al cambio por un mejor futuro también aparece por ahora bastante pobre de explicaciones. Según la Real Academia Española, cambiar significa dejar una cosa o situación para tomar otra. El pasado populista del kirchnerismo es tan conocido como no sustentable. Pero el futuro mejor está por verse. Depende de lo que políticamente se haga o pueda hacer para modelarlo; no sólo de lo que se quiera hacer.
Por cierto que, en casi 20 meses de gestión, el gobierno de Mauricio Macri modificó el rumbo de la política exterior, económica, financiera y cambiaria, además de sincerar las estadísticas oficiales y reabrir el diálogo político. Sin embargo, necesita consolidarlo a través de una menor inflación y un mayor crecimiento económico vía inversión para revertir el estancamiento del PBI por habitante y la creación de empleos privados para bajar la pobreza. Esto requiere de reformas estructurales e institucionales, que además deberá extender a otras áreas para combatir la desigualdad social, el deterioro educativo, el narcotráfico, la inseguridad, la corrupción y la politización de parte del sistema judicial.
Para esto hace falta respaldo político, en las urnas y en el Congreso. Paradójicamente, Cambiemos no hace explícito por qué y para qué necesita obtener más bancas. Ni que, incluso con un resultado electoral favorable, no tendrá quórum propio en ambas cámaras. La falta de número para expulsar o dejar sin fueros a Julio De Vido o enjuiciar al juez Eduardo Freiler es una prueba de esta debilidad.
Hasta ahora el Gobierno se concentró en un amplio plan de obras públicas para mostrar cambios (Metrobus o repavimentaciones), aunque las más complejas -y no siempre prioritarias- tardan en hacerse visibles. De ahí que, en el arranque de la campaña electoral, parece haber asumido el enfoque planteado por Eduardo Fidanza en un artículo publicado por LA NACION (el 8 de julio). Bajo el título "Necesidades versus deseos, el dilema de octubre", el sociólogo y politólogo sostiene que la necesidad remite al "voto económico" y el deseo al "voto político".
Esto explica por qué el Gobierno acaba de autorizar el uso del fondo de garantía de la Anses por $ 50.000 millones para ofrecer préstamos personales inmediatos a los casi 4 millones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), de los cuales más de un tercio se concentra en la provincia de Buenos Aires, la de mayor número de pobres y de votantes y que nacionaliza el resultado electoral. También alcanzan a quienes reciben pensiones no contributivas por invalidez y para adultos mayores, con montos que van desde $ 3000 hasta $ 5000 por hijo (a reintegrar en 12 o 24 cuotas para madres titulares de AUH) y desde $ 12.000 a $ 30.000 (hasta 36 meses) para los demás. En todos los casos, la cuota no supera 30% del haber y se deduce de la cuenta sueldo de cada solicitante con una tasa de interés de 24% anual. Para más datos, la decisión fue adoptada por decreto de necesidad y urgencia (DNU), ante el primer tropiezo del proyecto de ley en el Senado.
Desde el ángulo económico, la expectativa oficial es que estos préstamos (equivalentes a un total de US$ 2800 millones) se vuelquen rápidamente al consumo, ya que el monto mínimo equivale a casi 2,5 veces la AUH ($ 1243 mensuales). Pero desde el político, resulta evidente que este "anabólico" apunta a contrarrestar las consignas electorales de los tres candidatos del peronismo bonaerense (Cristina, Massa y Randazzo) y atenuar un voto castigo en los partidos más pobres del conurbano. Otro tanto ocurre con el acuerdo impulsado por el Banco Provincia con las principales cadenas de supermercados, para ofrecer una vez por mes un descuento de 50% (con tope de $ 1500) a quienes paguen con la tarjeta Bapro. Su vigencia es hasta octubre inclusive.
Sin embargo, estas buenas intenciones chocan con otras realidades: más de 250.000 pasajeros del norte del conurbano que viajan diariamente en la línea 60 fueron privados de hacerlo durante más de una semana debido a una interna sindical de larga data, sin que las autoridades laborales intervinieran ante un conflicto no declarado por el gremio, ni le dieran demasiada visibilidad. Otra vez la falta de herramientas legales para resolver problemas concretos.
Para quienes se inclinan por el voto político a favor de futuros cambios, sería deseable que el Gobierno aporte algo más que los títulos de las reformas que prevé encarar después de octubre (fiscal, tributaria, laboral, mercado de valores, etcétera) para mejorar la competitividad de la economía. Hasta ahora los anuncios oficiales se asemejan a jugar sin mostrar las principales cartas, con lo cual mantienen la incógnita sobre sus alcances y si están supeditados al resultado electoral.
Esta mezcla de marketing político y cautela instrumental no evita contradicciones que aportan confusión. Sin ir más lejos, Macri afirma que "los impuestos nos están matando", pero desde el Ministerio de Hacienda sostienen que la reforma tributaria tendrá efecto neutro sobre la recaudación. La Casa Rosada resalta -con razón- que en 2016 redujo la presión tributaria en 1,7% del PBI, pero no aclara que estuvo focalizada en el agro (retenciones); asalariados formales (Ganancias) y sectores vulnerables (devolución de $ 300 mensuales de IVA por compras de alimentos con tarjeta de débito, aunque los préstamos de la Anses ponen en duda la relación efectividad /costo fiscal). Paralelamente, ante los reclamos por la alta presión impositiva en todas las jurisdicciones, casi nadie explica que si bien es igual (o inferior, según el caso) a la era K, la diferencia es que la política monetaria apunta a bajar la inflación en lugar de realimentarla permanentemente, con lo cual el impacto se hace sentir ahora con más fuerza.
El problema es que la política fiscal no ayuda con la racionalización del gasto público. Desde ya que, sin un amplio respaldo legislativo, es aspiracional la audaz propuesta de María Eugenia Vidal de un "violento ajuste" de cargos y asesores políticos y tamaño de las legislaturas provinciales. Pero en sentido contrario también van designaciones de valor simbólico, como la Directora Nacional de Movilidad en Bicicleta, en una centralización insólita de tareas que corresponden a provincias y municipios.
Pese a haber evitado una crisis económica a fin de 2015, al oficialismo se le hace difícil explicar los cambios que propone, con datos y precisiones, costos y beneficios. Pero esta tarea de comunicación es inevitable para buscar consenso social y alinear expectativas económicas. Hay excepciones como la conducción del Indec y del Banco Central. Por caso, Federico Sturzenegger no ahorra discursos escritos y transmitidos vía streaming, conferencias de prensa, presentaciones públicas y por redes sociales, más allá de lo acertado o no de su política. Muchos ministros podrían ofrecer entrevistas o ruedas de prensa a agenda abierta si no debieran ceñirse a las consignas de campaña. Tampoco es cuestión de reemplazar las mentiras descaradas de la era K por sobreentendidos u omisiones piadosas.
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