sábado, 12 de noviembre de 2011

Echegaray y Moreno, los pilotos de tormenta en la crisis cambiaria


Algunos funcionarios del área económica, el propio Gobierno, podrían ser asimilados a aquellas personas que van internándose cada vez más en el interior de una caverna y, cuando vuelven la mirada hacia atrás, advierten que la salida ha quedado muy lejos .
Está a la vista que la seguidilla de decisiones, de trabas y maniobras de lo más diversas, pensadas para acorralar la fiebre cambiaria y la especulación financiera, no han provocado el efecto que se buscaba, sino lo contrario. Como en el caso de la caverna, es posible desandar el camino, pero no estará libre de riesgos .
Los economistas, incluidos muchos del palo kirchnerista, señalan que detrás de los movimientos aparece el proceso inflacionario o, más bien, el desacople entre la inflación y el ajuste del tipo de cambio. Cierto: en lo que va del año, hasta el índice del INDEC arroja un aumento mayor al que registró el precio del dólar oficial . Y cierto por entero, si se considera que, medida por los institutos provinciales, la inflación real más que duplica a la del Gobierno.
Ese es el telón de fondo. Pero en el ahora mismo, el eje pasa por la desconfianza . Y las medidas oficiales potencian el temor a nuevas y mayores restricciones.
Esta semana, la Aduana pegó una voltereta extraña, aunque con final abierto: acentuó los obstáculos que ya existían para el ingreso de bienes importados y pocas horas después metió la marcha atrás. Casi en simultáneo, el Banco Central reconoció de hecho la salida de divisas, cuando decidió ofrecerles a las entidades financieras fondos transitorios para cubrirla.
Más de lo mismo, desde Industria y Comercio Interior llamaron a las automotrices, una por una, para pedirles que adelanten exportaciones y frenen el pago de importaciones por 15 días . Algo semejante pasó con varios proveedores medianos. A las cerealeras les reclaman que liquiden divisas. Y fue desempolvada una lista con las 600 grandes compañías que giran utilidades al exterior, apremiándolas para que las recorten por un tiempo.
Minimizar la demanda de divisas y maximizar la oferta es la definición técnica que se le da a esto, a todo lo anterior y a lo que puede venir. Claro que existen otras maneras de interpretar eso mismo, según palabras de algunos directivos: “Urgencia y casi un incentivo para salir a comprar”.
Pero de momento, nada pudo con la realidad. Se ha gestado un sistema múltiple, en el que conviven dólares de todo tipo y precio.
La brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo – al que el mercado llama blue , porque decirle negro suena mal – anda por el 17 % y reafirma la tendencia hacia la consagración del doble mercado . El peligro es que, por este camino, los precios empiecen a moverse al compás del paralelo. Sucede, ya, con importadores de equipos de seguridad: dejaron de vender a 30, 60 o 90 días y exigen contado al dólar oficial o blue, para mantener la financiación.
Hay una pertinaz salida de depósitos en dólares , que en algunos bancos extranjeros ronda ahora el 2 % diario. Le pega a las reservas y montaría a unos US$ 1.300 millones, desde las primeras medidas de la AFIP.
Para grandes operaciones en pesos se llega a pagar el 22 %, contra el 17 % de los plazos fijos: tasas altas en busca de retener fondos . Finalmente, parte del mismo cuadro es una fuga de capitales que estaría desbordando los US$ 22.000 millones.
Cada cual con su librito, los economistas sostienen que existe margen para encarrilar la situación, pero no sobra tiempo. Visiblemente, algo sucede con el diagnóstico que manejan en el Gobierno, si las decisiones no han conseguido resolver el problema y encima lucen tardías.
Ex funcionarios experimentados en entretelas como estas, afirman que los verdaderos pilotos de tormenta son Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray, el titular de la AFIP. Uno regula el comercio exterior y el otro, la compra y venta de dólares.
Dicen, también, que hay un mercado cerrado en el que Moreno y Echegaray tienen la manija de la tranquera: la entreabren o la mantienen cerrada según sus propios criterios. Por lo tanto, deducen que se ha ingresado en una zona donde sólo es previsible mayor discrecionalidad .
Con instrumentos al parecer de menor relevancia, en esa orquesta que suena desafinada también tocan Amado Boudou y la jefa del Central, Mercedes Marcó del Pont. A menudo, chocan entre sí o sacan medidas que se pisan con las de otro.
Así al fin sea la directora, la Presidenta tiene motivos como para estar cada vez más enojada . Y se lo hizo saber a Moreno, Echegaray y Boudou el jueves, durante una reunión en Olivos.
Fue imposible confirmar la versión de que Marcó del Pont no participó del encuentro. Pero si fuese verdad, daría pasto para cualquier lucubración.
Fuera de ese dato incierto, el resto sembró expectativas sobre futuras decisiones o, al menos, sobre un emprolijamiento de las que fueron tomadas.
Es sabido que parte del arte de gestionar consiste en actuar sobre las causas que originan los problemas o, mejor, prevenirlos, y no sobre los efectos. En términos actuales, varios de los desajustes que ahora saltan venían de bastante antes .
El foco está puesto en el equipo económico que elegirá la Presidenta. Y más todavía, en la solidez técnica que tendrá y el plafond con que contará.
En palabras de alguien que ha ocupado un cargo relevante en gobiernos anteriores: “Además de lo que nos cabe por mérito propio, el mundo se ha puesto muy duro. Y en este turno habrá que saber administrar la escasez y no la abundancia ”.

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