Quien haya leído el excelente análisis de María Laura Avignolo sobre las causas ocultas de la violencia urbana en Gran Bretaña , no sólo habrá encontrado un texto sólido que devela ese estallido. También habrá encontrado paralelismos que, sin ser mecánicos, despiertan inquietudes locales por las mismas razones (o sinrazones) que inteligentemente la periodista anotó en su columna de ayer.
Avignolo es corresponsal de Clarín en París y Londres. Vivió mucho tiempo en la capital del Reino Unido y conoce muy bien lo que allí se ha ido cocinando . Sus reflexiones, entonces, habría que anotarlas con cuidado y compararlas con el estallido de 2001 en Argentina y con la sociedad que se fue modelando aquí desde mucho antes de la crisis de entonces, y cuyas consecuencias se mantienen. Una realidad que, a pesar de lo mucho que se dice y de lo que se hace, está instalada y a diario nos da pruebas contundentes de su existencia.
“Al menos dos generaciones (...) tienen un padre que nunca trabajó e hijos que no tienen trabajo y, probablemente, jamás lo conseguirán a futuro ...”, explica Avignolo, para señalar luego que ese abismo social -en una sociedad estratificada con una gran parte dependiendo de la seguridad social y del subsidio de desempleo- creó otra estética y otra moral “en medio de una enorme bronca” . Concluye: “Las imágenes (de los saqueos) no mostraban una rebelión social, sinouna escalofriante revancha consumista , sin el menor valor reivindicativo o arenga alguna”.
Esas escenas que vemos ahora de la violencia en Londres y otras ciudades nos sorprenden, pero para los argentinos no son nuevas . Nadie puede asegurar que no puedan repetirse, aunque ahora consideremos que la escala de lo que estamos observando por TV es grande para la Argentina de hoy.
Sin especulaciones políticas, la realidad de la pobreza profunda en la Argentina , de la marginación, sigue siendo una grave cuestión de la que todos deben ocuparse a diario.
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